Charana, un cuento mágico gitano

Sigo con Lilit Mazikina porque su arte me impresiona.

He traducido su cuento mágico gitano que está lleno de belleza y lirismo, su verdad profunda emociona y conmueve.

                                  Imagen: Lilit Mazikina


El ave- reina Charana

 

En los confines de la tierra, cerca del mar cálido, hay una montaña.  Encima de la montaña se encuentra una torre de diamantes. Allí está el nido del ave- reina Charana.  Es tan alta como una persona, sus plumas son de oro y las puntas de sus alas- de esmeralda.  Todas las aves del mundo vuelan allí para inclinarse ante ella.  Cada ave canta una canción sobre lo que sucede en la tierra.  Charana escucha y memoriza: en tal ciudad hay una boda, en esta otra, un funeral, estos dos reinos están en guerra, y aquellos dos comercian entre sí. Como hay muchas aves en el mundo, pues Charana lo sabe todo, todito, todo.

 Cuando Charana se aburre de estar en el nido, abre sus alas y vuela adonde el viento la lleve. Escoje un sitio, se posa en la tierra y empieza a dar vueltas sobre sí misma. Y se convierte en una mujer. La mujer tiene cabello de oro y vestido rojo como el fuego. Toma un instrumento musical y se va a pasar un tiempo con las personas. Si hay una fiesta, pide permiso para sentarse a la mesa. Si la dejan, come y comienza a cantar y bailar. Si canta al dueño, le trae gloria, y si baila, le trae suerte. Pero en la casa donde se le antoja traer desdicha, besa en la cabeza al niño que será poeta... 

 Y así sucedió una vez. Charana andaba por la tierra, entró en una casa y pidió quedarse en la fiesta. Los dueños la sentaron en el rincón más oscuro, le dieron un trozo de pan seco y una jarrita de agua. Charana se comió su pan y se tomó su agua, y al despedirse besó en la cabeza al pequeño hijo de los dueños. El niño crecía como todo un poeta, y su corazón no sabía lo que era paz. Quería saberlo todo y conocer el mundo, compadecerse de todas las personas. Reía y lloraba sin tino, daba su ropa a los vagabundos y en su lengua sentía constantemente un carboncito. Para que el carboncito no lo quemara, el niño tenía que buscar las palabras, hacer collares de cuentas con ellas, y si las palabras no salían y los collares se deshacían, el niño se enfermaba y ardía en fiebre. ¿Y cómo estudiaba y trabajaba? Si hacía algo, a veces lo hacía mejor que nadie, pero otras veces se quedaba soñando con los ojos abiertos y todo se le caía de las manos... Tener un hijo así, ¡es una desgracia para los padres!

 El niño creció y se convirtió en muchacho. Un día despertó y dijo a los padres que se casaría con la chica que acababa de ver en su sueño. ¡Por fin! Antes sus pensamientos no se detenían mucho en ninguna. ¿Qué chica? ¿Tal vez la hija del vecino de la izquierda, esbelta y cimbreante como una brizna de hierba? ¿O la hija del vecino de la derecha, suave, redonda como una gata bien alimentada?

 No, dijo el muchacho. Ninguna de ellas. Pero tampoco sé cuál es.

 Sin embargo, la boda es mañana.

 Se ha vuelto loco del todo.

 Los padres intentaron hablarle para convencer, avergonzar y hasta amenazar al joven. Pero luego desistieron. ¡Qué le iban a hacer! Era su único hijo. Si quiere celebrar la boda sin novia, que así sea, lo importante es que el lunático no se vaya a matar. Mandaron a unos sirvientes al mercado, a otros- a las casas de los vecinos para repartir las invitaciones.

 Al siguiente día vienen los vecinos. En el patio ven la mesa servida y al novio engalanado. Al lado del novio no hay nadie, pero todos fingen que así es como tiene que ser. Todos comen, beben, cantan. De repente un sirviente dice a los amos: en la puerta hay una vagabunda, parece que baila y toca. ¡Qué va, de ninguna manera! Hay que hecharla. Pero el chico de pronto se estremeció y dijo: ¡háganla pasar! Es mi novia. Los invitados se quedaron de una pieza, la anfitriona se agarró el corazón, y el anfitrión dijo: está bien, háganla pasar. Si la nuera nos sale rana, no cuesta nada deshacerse de ella,­- pensó.

 Charana entra, observa, mira qué le ofrecen. Sorprendentemente, la sientan en lugar de honor, al lado de un joven bien parecido de ojos oscuros y rizos negros. El joven le sirve el té, le pone en la boca los bocados más exquisitos y la mira sin apartar la vista. Charana después de haber comido y bebido, empezó a cantar. Canta un trozo, y el joven lo termina, canta una palabra, y el joven- la siguiente. ¡Como si fuera una sola persona! Luego Charana comenzó a bailar, el joven cogió el instrumento para acompañarla. Charana golpea el suelo con el pie- él rasca las cuerdas, ella da vueltas- él toca de manera vertiginosa.

 La fiesta llega a su fin. El joven toma la mano de Charana y dice: ha llegado la hora, tenemos que ir a dormir. Eres mi esposa y yo soy tu esposo, vivirás aquí conmigo para siempre. Charana se rió y se encaminó hacia la puerta, pero los sirvientes ya la estaban cerrando. Entonces Charana asintió diciendo que por hoy se quedaría a dormir.

 Los novios se despertaron por la mañana, y Charana quiso irse. Pero todas las puertas estaban cerradas. Ella ordena abrir, pero el joven grita: no, ¡no te vayas! ¡Me haces falta! ¡Si te vas, moriré! Charana lo miró y dijo: no morirás. Si de verdad te hago tanta falta, búscame. Dio unas cuantas vueltas, se convirtió en un ave y se fue volando.

 A la mañana siguiente el joven también abandonó la casa de sus padres.

 Solo Charana sabe si el esposo encontró a su esposa. Pero a veces unas mujeres muy bonitas visitan las fiestas, cantan, bailan. Mujeres normales como las demás, pero gustan llevar adornos de oro. Mucho, mucho oro. Como si les faltase el plumaje dorado.


La versión original en ruso: Царь-птица Чарана (Лилит Мазикина) / Проза.ру (proza.ru)



Comentarios